Esto no puede seguir pasando, la vida de los seres humanos debe primar por sobre todas las cosas.
Los interéses económicos de unos pocos inescrupulosos están poniendo en riesgo vidas humanas y arruinando un sistema que fué creado para beneficio de la población.
El informe de la Superintendencia Nacional de Salud, que da cuenta del saqueo sistemático de los recursos del Seguro Obligatorio de Accidentes de Tránsito (Soat), con el que se cubre la atención de las personas lesionadas en eventos relacionados con vehículos de motor, demuestra que no existe ninguna esquina en el sistema de salud libre de delincuentes.
Basta ver cualquier línea de atención o de focalización de dineros para que, en torno a ella, se configuren carteles que ya parecen una epidemia sin cura. Al de la hemofilia, el sida, la epilepsia, el síndrome de Down, los pañales y las EPS ahora se suma el cartel del Soat, que si bien el citado informe demuestra centenares de irregularidades documentadas, lo cierto es que esto es apenas una muestra tibia de lo que en realidad ocurre alrededor de este seguro.
Bien sabido es, por ejemplo, que en casi todo el país existen redes de ambulancias dedicadas exclusivamente a recoger víctimas de accidentes de tránsito que son trasladadas a hospitales específicos, con los cuales están amangualadas, sin que medie ningún tipo de control ni consideración.
Esta es la razón por la que muchos heridos son atendidos en centros absurdamente distantes del sitio donde ocurre el accidente, y no en los hospitales más cercanos y pertinentes, como dicta la lógica, lo que pone en riesgo de manera indebida e inhumana la integridad de las personas. Con el agravante de que ya internas, son sometidas a todo tipo de exámenes y valoraciones, muchos de ellos innecesarios, pero que tienen la descarada intención de facturar contra las pólizas.
Bajo diagnósticos difusos –como politraumatismos, traumas cerrados, lesiones de tejidos blandos y traumas craneoencefálicos– se esconde una antiética comparsa de hospitalizaciones que se prolongan más de lo necesario, solicitud de imágenes de altísima tecnología, aplicación de medicamentos costosos, valoraciones de especialistas y subespecialistas no relacionados con los casos y toda suerte de paraclínicos que no aportan valor a los tratamientos, sin dejar de lado el desvergonzado cobro por pacientes inexistentes.
Todo por causa de que una excelente idea como es el Soat, que, de manera amplia cubre la totalidad de las necesidades de las víctimas hasta cierto monto, no pasó desprevenida para los bandidos con cuello de todo color.
Aquí hay que aclarar que no se puede echar en la carpeta negra de esta corrupción a todas las entidades de salud que atienden éticamente a estas personas y a las unidades de trauma que se esfuerzan por hacer las cosas bien, que, valga decir, son la mayoría. Se trata sí de instar a las autoridades para que, además de poner el foco en estos desmanes, también se evidencien los castigos correspondientes. Que sean severos.
En este contexto, bien por la Supersalud y sus 814 investigaciones sobre este tema, que solo el año pasado dejaron multas por más de 26.465 millones de pesos. Pero este debe ser solo el comienzo, máxime si se tiene en cuenta que muchos en este sector saben dónde se agazapan estos ladrones. Estas descaradas y conocidas trampas se tienen que acabar".
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